domingo, 22 de mayo de 2011

Nace el CIB3, primer centro de estudio de bioenergía

El nuevo CIB3 será parte de la tradición energética que hoy tiene el área rural boliviana, donde el 83% de las familias (más de un millón de hogares) cocina con estiércol seco, leña y otras formas de biomasa (combustible de origen biológico), y sólo el 38% accede al Gas Licuado de Petróleo (GLP), cuyo precio varía entre Bs 25 y 45.

Fresia Canaviri, de la comunidad Colina Blanca, ratifica la ventaja del bioenergético: “era muy caro y difícil comprar gas, ahora ya no lo necesitamos porque aprendimos a usar el biodigestor (contenedor con el que se aprovecha el estiércol del ganado para producir biogás) y podemos ahorrar ese dinero”.

Canaviri es parte de las 150 familias de las comunidades viacheñas Limachi, Huancamaya, Sequechuru, Hilata San Jorge, Pan de Azúcar y Challapahuira, que se benefician tanto del uso de biodigestores familiares, como del biol (abono natural utilizado en la agricultura de la región).

Ambas formas de energía renovable son el fruto de estudios realizados en el Centro de Investigación de Biodigestores, Biogás y Biol (CIB3), oficialmente inaugurado este mes.

El encargado de la Unidad de Trabajo del CIB3, Jaime Marti, informa que el centro fue inaugurado luego de un año de trabajo y gracias a la unión de cinco socios fundadores: la Cooperación Técnica Alemana (GTZ), la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), a través de los institutos de Investigación y Desarrollo de Procesos Químicos (Iideproq) y el de Investigaciones Agropecuarias y Recursos Naturales (Iiaren); el Centro Internacional de Métodos Numéricos en Ingeniería (Cimne) de España y el de Promoción de Tecnologías Sostenibles de Bolivia (CPTS).

“Las universidades aportaron con investigación, la CPTS nos conectó con el mundo industrial y la GTZ y el programa EnDev con el mundo rural”, destacó el especialista.

Marti reconoce que los sistemas de bioenergía no son nuevos en el país, pero indica que con el trabajo de investigación se podrá buscar otras alternativas para utilizarlos en el futuro. “En el tema de fertilizantes se está alimentando el biodigestor con diferentes tipos y mezclas de estiércol (de vaca y llama) para ver su rendimiento, y, respecto a los abonos, éstos se están aplicando en cultivos de cebolla, alfalfa, papa, e incluso tabaco, para que los nutrientes se conserven y rindan entre un 30 ó 40 por ciento más”.

El responsable de Ideproq, René Álvarez, señala que en el pasado las instituciones trabajaban aisladamente y que las universidades hacían tesis que se quedaban en las bibliotecas y nunca se aplicaban.

Álvarez detalla que en el centro ya se desarrollaron cuatro ensayos: el de biodigestores de bajo costo para el tratamiento de residuos de mataderos, la producción de biol, el tratamiento de aguas mieles de café (generación de biogás que sustituye la leña en el secado del café) y el fertilizante orgánico biol para los cafetales.

Limbania Aliaga, responsable del laboratorio y miembro del equipo de 12 tesistas que trabajan en el lugar, asegura que con el proyecto y los talleres informativos que se organizan, cada vez la gente está menos interesada en el gas licuado y más en el biofertilizante. “Enseñamos cuáles son las ventajas y desventajas de contar con el sistema, su instalación y su cuidado”, dice.

Álvarez añade que la información obtenida en el Centro también es brindada a municipios y organizaciones sociales, que pueden canalizar la iniciativa a fin de que ésta beneficie a cada vez más familias. “Esperamos que sea un programa de largo aliento al que se unan más instituciones”, desea.

Aliaga aclara que el sistema puede durar entre cinco o seis años, “todo depende de las condiciones en las que se opere y su correcto cuidado”.

El CIB3 fue construido en las instalaciones de la finca experimental de Choquenaira, Viacha, perteneciente a la Facultad de Agronomía de la UMSA. Dispone de una infraestructura, nueve biodigestores experimentales de flujo continuo y seis de tipo bach (de uso temporal, que se descargan una vez que termina la fermentación).

AYUDA. El instrumental científico del nuevo centro de investigación fue cofinanciado por el programa de investigación Counit (vinculado a la Vicepresidencia del país) y por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid).
Marti detalló que el Gobierno central aportó con $us 15.000, la GTZ con Bs 50.000 aproximadamente y Soboce y la empresa de plásticos agrícolas, Flor de Empresa, con materiales propios.

“Un biodigestor completo aquí vale 1.600 bolivianos, con los materiales incluidos; la GTZ aporta Bs 400 y la familia tiene que poner los restantes Bs 1.200”, señala el técnico del proyecto.

Con el tiempo, la inversión se justifica, ya que se obtiene tres horas de gas, mayormente empleadas en la cocina, y evita los problemas respiratorios generados por el humo, argumenta.

OPINIONES RELEVANTES

Jaime Marti
‘Necesitamos unirnos con más instituciones’
“Para este año, nos hemos propuesto instalar unos 300 biodigestores más, pero somos un equipo de sólo seis personas y no podemos abarcar todo el país, por eso necesitamos unirnos con otras instituciones. Para instalar el sistema necesitamos que 10 productores se asocien y envíen una carta dirigida al proyecto de GTZ; nosotros vamos a hacer una evaluación del lugar y luego los capacitamos sobre el biodigestor. Quienes deciden implementarlo deben aprender cómo hacerlo y mantenerlo, y cancelar por éste 1.200 bolivianos”.

Juvenal Condori
‘Ya no usamos gas ni fogón para cocinar’
“Mi familia no me creía cuando estábamos instalando el sistema que ya tiene cinco meses funcionando con la bosta de mis cinco vacas lecheras. Con la ayuda del proyecto del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (Cipca) y la GTZ sólo me ha costado 800 bolivianos instalarlo. Hemos pasado cursos y talleres para aprender a manejarlo y ahora ya no utilizamos gas ni fogón para cocinar, por eso no hay humo, no contaminamos el ambiente y mi esposa y mis hijos ya no están tosiendo”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario