La apuesta más segura sobre el futuro de la energía es la necesidad de suministros energéticos reducidos en carbono. Cerca del 80% de la energía primaria del mundo hoy está basado en el carbono: carbón, petróleo y gas. Vamos a necesitar pasar a energía sin carbono o baja en carbono para mediados de siglo. Los grandes interrogantes son cómo y cuándo.
La energía primaria con bajo contenido de carbono implica tres opciones: energía renovable, que incluye energía eólica, solar, geotermal, hidráulica y biomasa; energía nuclear, y captura y almacenamiento de carbono, que significa utilizar combustibles fósiles para crear energía, atrapando a la vez las emisiones de dióxido de carbono (CO2) que resultan y guardando el carbono de manera segura bajo tierra.
Existen tres razones imperiosas para que el mundo adopte una energía reducida en carbono. Primero, los niveles más elevados de CO2 están acidificando los océanos. Si seguimos haciendo las cosas como hasta ahora, terminaremos destruyendo una enorme cantidad de vida marina. Segundo, el CO2 está cambiando peligrosamente el clima, incluso si muchos intereses de los gigantes del petróleo nos hacen creer lo contrario.
Tercero, enfrentamos precios marcadamente en aumento para los combustibles fósiles. Sin duda, podemos encontrar más combustibles fósiles, pero a un costo mucho mayor y con un riesgo ambiental mucho más importante.
Incluso la tan aclamada revolución del gas de esquisto es profundamente exagerada -muy parecida a las fiebres del oro y a las burbujas bursátiles del pasado-.
Las fuentes alternativas
EEUU ha desarrollado muchas tecnologías de energía baja en carbono, pero otros países hoy en día son mucho más decididos, previsores y resueltos a la hora de poner en uso estas tecnologías en gran escala. Políticamente, EEUU sigue siendo la tierra de los gigantes del petróleo. Los medios financiados por la industria bombardean a los norteamericanos con su mensaje de restarle importancia al cambio climático.
Dos vecinos en Europa, Alemania y Francia, están mostrando los caminos alternativos hacia adelante, con la mira en un futuro con poco contenido de carbono. Lo hacen de un modo que refleja sus diferentes asignaciones de recursos, historias industriales y presiones políticas.
Alemania está llevando a cabo la Energiewende, o transición a una energía sustentable -un esfuerzo considerable para satisfacer la totalidad de la demanda de energía del país con energía renovable, especialmente solar y eólica-. Mientras tanto, Francia depende mucho de la energía nuclear reducida en carbono.
De las dos estrategias, la de Alemania es la apuesta más inusual. Después del desastre nuclear de Japón en Fukushima, Alemania decidió cerrar toda su industria de energía nuclear y virar por completo hacia una estrategia basada en una mayor eficiencia energética (un menor insumo de energía por unidad de ingreso nacional) y energías renovables. En verdad, no existe una hoja de ruta clara para una transformación energética tan importante, y Alemania casi con certeza tendrá que depender de una grilla de electricidad a nivel europeo para compartir energía limpia y, llegado el caso, de energía solar importada del norte de África y de Oriente Medio.
La apuesta de Francia a la energía nuclear es una opción más comprobada. Después de todo, la mayor parte de la electricidad de Francia proviene de la energía nuclear desde hace muchos años. Y si bien existe un sentimiento antinuclear muy fuerte en Europa -y, cada vez más, inclusive en Francia-, la energía nuclear seguirá siendo parte de la combinación energética global en las próximas décadas, simplemente porque gran parte de Asia (incluyendo China, India, Corea del Sur y Japón) seguirán siendo sus usuarios principales.
El punto clave es que Francia y Alemania, y muchos otros países europeos están reconociendo que el mundo en su totalidad tendrá que abandonar un sistema de energía basado en los combustibles fósiles.
Quienes den los primeros pasos tal vez paguen un precio sensiblemente más alto por estas estrategias, pero ellos y el mundo recogerán los beneficios económicos y ambientales a largo plazo. Al abrazar tecnologías verdaderamente sustentables, Francia, Alemania y otros están creando el sistema energético que dará cada vez mayor sustento a la economía mundial a lo largo de este siglo.
“Quienes den los primeros pasos tal vez paguen más caro, pero recogerán los beneficios económicos y ambientales”
Jeffrey D. Sachs
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martes, 16 de abril de 2013
Los senderos hacia una energía sustentable
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